martes, 7 de septiembre de 2010

Paris mon amour I



Hoy toca hablar de nuestro viaje a París. Como la experiencia gastronómica ha dominado hay mucho que contar y para hacerlo lo mejor posible dividiré los relatos en cuatro entregas. La de hoy se concentra en una narración general de algunos sitios que hemos conocido y que creemos merecen la pena mencionar.

La verdad es que ha sido un viaje excepcional. La semana ha sido de cuento, nos hemos hospedado en un hotelito pequeño y acogedor, limpio y muy bien acondicionado.

Ubicado en el barrio latino, muy cerca de los jardines de Luxemburgo, del Panthéon y de un sinfín de callecitas y plazas con cafés, tiendas de comida, bistrots y bares, lo que ha hecho del viaje una gozada.







Aunque A. y yo hemos estado otras veces en París, esta ocasión fue muy especial y completamente diferente a las anteriores. La verdad es que la promotora de este viaje fui yo. He estado estudiando francés y poner en práctica lo aprendido me dio el pretexto ideal para convencer a A. de volver, por segundo verano consecutivo y por tercera vez en total, a esta bella ciudad.





Me ha llevado unos cinco meses planear este viaje y lo he hecho tomando en cuenta muchísimo la propuesta gastronómica. Al respecto tengo que resaltar que mi guía ha sido el maravilloso blog de David Lebovitz—living the sweet life in Paris-- que ha resultado un tesoro, todas las propuestas que hemos decidido probar de Lebovitz han sido de diez, no olviden visitarlo si están planeando un viaje a esta ciudad.

La verdad es que ha habido de todo, desde visitas a interesantes museos, pasando por largos paseos alrededor del Sena, hasta comidas en restaurantes muy especiales de los cuales daré cuenta en entradas posteriores.

Sin embargo, en esta ocasión quiero contarles algunos de los lugares que hemos visitado y que nos han dejado con ganas de volver a París una y otra vez más.





Algo que A. y yo regularmente hacemos cuando visitamos París, es reservar siempre un día para darnos un homenaje de ostras en algún buen bar especializado en estos moluscos; sin embargo, en esta ocasión teníamos tantas opciones que lo de las ostras no lo habíamos planeado muy bien.

Ese día el plan era comer en el L’As du Falafel, un restaurante israelí localizado en la rue des Rosiers en el barrio del Marais, donde reside la población judía y que está lleno de tienditas con productos kosher y de dulces y pastelillos entre otras cosas.

El lugar finalmente los visitamos y hemos salido encantados. Como ya les he contado, habíamos estado en Grecia y probado platos que a simple vista parecían muy similares. La gran sorpresa ha sido que aunque se comparten algunos ingredientes el resultado final es completamente distinto.

La cuestión es que antes de hacer nuestra parada en este famoso restaurante, del que tendrán que disculparme pero no hemos capturado ninguna imagen, hemos hecho una parada en Galerías Lafayette, porque estábamos en busca de algunos productos de Pierre Hermé que al final no encontramos.

Así que entramos en la sección gourmet de este lugar y entre un mar de especias, productos de todos tipos y partes del mundo, miles de escaparates con pastelillos y bollos, de pronto la sección de productos del mar apareció ante nosotros, bastó un pequeño paseo con la mirada por los productos y ya estábamos sentados pidiendo una docena de ostras y una copa de vino.












Ordenamos 6 ostras de Normandía: Utah Beach; y 6 Marennes Oleron-Special de Claire (la isla de Oleron se encuentra al sur de La Rochelle). Las primeras son un clásico: las ostras de Normandía nos gustan más que las de Bretaña. Son más pequeñas que las últimas, pero su carne es masa sabrosa. Sin embargo, las Marennes Oleron están exquisitas. En esta ocasión fueron nuestras favoritas.








Otra inquietud que creo que casi siempre se tiene al visitar este país es comerse un delicioso entrecot con patatas fritas. Investigando en el blog de Lebovitz hemos tomado una serie de recomendaciones:

La primera pedir côte de boeuf, que en palabras del buen David es “un corte de carne grueso pegado al hueso de la costilla, usualmente se sirve para dos personas, y está lleno de jugo, sabor y textura”.


La siguiente, probar la raza Aubrac que es una raza de ganado bovino que se caracteriza por ser muy grande y de un sabor especial debido a las condiciones de su crianza. Se podría decir que el ganado de Aubrac es equivalente al ganado del Valle de Esla de León. Ambos verdaderamente excepcionales.

Así pues siguiendo los consejos del buen Lebovitz hemos visitado La Maison de l’Aubrac y la carne ha estado de muerte, enorme, jugosa, de un sabor excepcional y tiernísima. Además acompañada de una sal gris de Bretaña, de la cual me he traído un bote, que no hace más que resaltar el sabor de este manjar.



Finalmente, no podían faltar los pastelillos, los bollos, los macarons y todas esas delicias de la pastelería francesa que están por todos lados. La verdad es que falta tiempo y estómago para comerse todo lo que uno quisiera.

Nosotros hemos ido a lo seguro y hemos hecho paradas en Ladurée y en Pierre Hermé. En el primero nos hemos pasado varios días pero el primero hemos visitado su sala de té que es muy bonita y colorida decorada con motivos chinos.










En Pierre Hermé planeábamos probar sus mille feuille, croissants, macarons y nos hemos tenido que conformar con probar sólo los últimos ya que la pastelería principal en la rue Bonaparte estaba cerrada por remodelación y sólo se encontraban abiertas las boutiques de chocolates y macarons. De cualquier manera nos hemos puesto hasta la coronilla de macarons y este pequeño bocado nos ha dejado con ganas de volver por más.

En ambos casos me parece que las fotos dicen más que mil palabras así que con esto termino esta primera entrega de París mon amour. En la próxima un relato de nuestra visita a La grande cascade.



















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