martes, 25 de mayo de 2010

Solomillo de ternera picante con anacardos


Esta semana ha sido una semana muy productiva. Hubo de todo, galletas, cremas, comida tailandesa y hasta una masa hojaldrada. En fin ya les iré informando de cada uno de los proyectos.

En este post quiero contarles sobre mi primer acercamiento a la cocina asiática. En realidad ya antes había preparado algo de comida india. Aunque había sido más bien saltear cordero y mezclarlo con un frasco de curry ya preparado.

En esta ocasión, gracias de nuevo a uno de mis libritos de Parragon que tan buen resultado me han dado, se me metió en la cabeza probar algo de comida tailandesa. Al principio me pareció un poco complicado, sobre todo por la dificultad de reunir los ingredientes. Así que como siempre, le di unas cuantas vueltas al librito y a los supermercados hasta que di con esta receta para la que pude encontrar todo lo necesario.

La preparación aunque nada complicada, requiere tiempo, pues se debe preparar un día antes para dejar el solomillo marinarse en el adobo toda la noche. Esto dará mejores resultados que si sólo se marina la carne por unas horas.

Lo primero es preparar un adobo con chiles o guindillas rojas tailandesas, ajo, jengibre, semillas de sésamo (en mi país lo llamamos ajonjolí), salsa de soja y curry rojo.




Se tuesta el sésamo y se dispone con el ajo, el jengibre—que puede ser fresco y picado, o en pasta—y las guindillas en un mortero. Cuando todo está bien machacado se agregan la salsa de soja y el curry hasta formar una pasta con la que se adoban los solomillos previamente cortados en tiras.

Una vez que los solomillos estén bien cubiertos con esta mezcla se dejan marinar toda lo noche en la nevera.




Se sacan de la nevera unos 15 minutos antes de cocinarlos para que se encuentren a temperatura ambiente. Se pone aceite vegetal en una sartén, y se fríen las tiras de solomillo de 2 a 3 minutos por cada lado. Quiero resaltar que yo utilicé aceite de oliva en lugar de aceite vegetal y quedó muy bien.

En otra sartén pequeña se fríen en aceite de cacahuete (de oliva en mi caso), cebolletas partidas en diagonal y anacardos—nueces de la india en mexicano—que se disponen como adorno encima del solomillo.



El resultado final es un solomillo fragante y con un sabor muy especial. El jengibre aporta a la mezcla un toque de frescura y aligera el sabor espeso y cargado del aceite que desprende el sésamo al molerse, realzándolo mucho más. La soja y el curry hacen su labor de dar cuerpo y espesar el adobo; y las guindillas le agregan un toque picosito sabroso.




Se recomienda acompañar el plato con un arroz tailandés, también conocido como arroz jazmín, que posee un aroma delicado y que es ligeramente dulce. Otra alternativa es usar tallarines de arroz tailandeses.





martes, 18 de mayo de 2010

De terrazas por Madrid



Cuando A. y yo llegamos a Madrid, nuestra primera guía gastronómica fue nuestro querido amigo Tomás. El tío tiene una memoria increíble: le pedimos sugerencias para comer en Madrid, así que un día nos sentamos en un café en la ciudad de México y nos fue preguntando, “¿qué os apetece?” “¡Hmmm! Queremos probar cochinillo”. “¡Ah! Para cochinillo, Botín, Calle Cuchilleros, metro tal (yo no lo recuerdo, pero él sí, con todo y la salida correcta), cerca de la Plaza Mayor.” Total que nos dio una lista de alrededor de diez lugares distintos y por último nos recomendó conocer las “terrazas”.

Una terraza es un lugar al aire libre para sentarse a tomar o comer algo. En Madrid, la temperatura promedio en verano ronda los 40 grados centígrados a la sombra, y el uso del aire acondicionado no es generalizado. Entonces, la manera que idearon los madrileños para sobrevivir el verano fueron las terrazas. Hay montones por toda la ciudad, y la gente se sienta durante horas a beber "cañas" (vasos de cervezas), picar algo, platicar, tomar el sol (o medio protegerse de él), o simplemente, a ver el tiempo pasar… y son una delicia. Este post va de nuestras favoritas. (Nota: El orden es totalmente aleatorio.)

Primero, en el barrio de Salamanca donde vivimos, nuestras favoritas son las terrazas de la calle Juan Bravo. En Juan Bravo 25 los pinchos son excelentes (y cuando el cantinero se enteró que éramos mexicanos nos decía muy orgulloso que ese “era uno de los lugares favoritos de Luis Miguel”, el cantante); en El Milford, la vista del palacete de la embajada italiana es muy muy bonita; y en La Quinta la sombra es la mejor.









Segundo, el Café de Oriente, frente al Palacio Real. La vista con el palacio como escenario es increíble y en el Café la terraza está cubierta y el techo tiene aspersores que te mojan ligeramente cada tantos minutos.







Tercero, en las Vistillas hay una terraza volada sobre la calle de Segovia con vista a la parte trasera de la Catedral de la Almudena: El Ventorrillo. Aquí no hay nada mejor que tomarse una buena tortilla, una jarra de sangría, disfrutar de la vista de la Almudena y de la Sierra de Guadarrama que de cuando en cuando sopla su brisa refrescante. El lugar es espectacular.










Cuarto, la terraza de El Viajero en la Plaza de la Cebada ofrece una vista preciosa (en particular de noche) de las iglesias de San Millán y de Nuestra Señora de Gracia.














Quinto, The Penthouse, Plaza de Santa Ana 14, en el ático del Hotel Meliá. Esta es por mucho la terraza más elevada que hemos encontrado. Nos recuerda la terraza del Condesa DF enfrente del parque España en la ciudad de México. En The Penthouse hay que hacer reservación porque es pequeñita pero está riquísma para tomarse una botella de champaña, tomar el sol (aquí sí no hay opción) y la vista es… ¡¡¡bueno, bueno!!! Aquí estamos literalmente en el cielo.


























Por último, entre el Retiro y el Paseo del Prado, en la calle que divide el Jardín botánico del Museo del Prado hay una terracita para amodorrarse en esas primeras horas de la mañana y disfrutar de la sombrita---apenas suficiente---que arrojan los olmos: El Botánico. No sé porqué (ha podido ser suerte), pero además siempre hay una brisita rica. No hay como sentarse ahí después de un paseo por los alrededores a tomar una caña y leer el periódico.









En fin, Tomás tenía toda la razón al sugerir las terrazas de Madrid, con ellas la vida es mas sabrosa; y lo mejor ¡¡¡ya empezaron a salir!!!


















martes, 11 de mayo de 2010

Tartas saladas: 1) clafoutis de tomates cherry; 2) tatin de cebolla morada; y 3) hojaldrada con tomates rostizados.

Hace tiempo adquirí unos libros de una colección editada por Parragon. La colección está formada por libros de bolsillo, en los que se recopilan recetas representativas de diferentes países. Tengo 4 y entre ellos el de cocina francesa al que había estado dando vueltas y vueltas sin decidirme a realizar alguna de sus recetas.

Después de un tiempo, debido a una visita importante, me animé a probar una de las recetas más sencillas. Consiste básicamente en comprar un buen queso (vacherin), prepararlo con ajo y vino para después introducirlo en el horno y obtener una especie de fondue.

Después de los resultados favorables en el primer intento, me decidí a probar algunos entrantes y en particular las tartas saladas. Generalmente al escuchar tartas pensamos en algo dulce, pero existen muchas variedades saladas que pueden resultar interesantes y servir como un buen comienzo a una comida estupenda.

Elegí dos del libro de cocina e improvisé una más. La primera fue un clafoutis. Su vertiente más conocida es dulce (algunos diccionarios traducen clafoutis como pastel de cereza) pero en realidad se puede realizar con otras frutas y también salado. Hice el nuestro, de tomatitos cherry con queso gruyer y perejil. Fue una agradable sorpresa pues el dulzor de los tomates combinado con la masa fina---elaborada a base de harina, huevo, leche y crème fraîche---y el sabor de avellana aportado por el gruyer le dieron mucho carácter.






La siguiente fue una tarta tatin de cebolla morada. Esta era por mucho la que más me intrigaba y resultó mi favorita. Para empezar es la primera tatin que horneo en mi vida y aunque su elaboración es de verdad muy sencilla, siempre la primera vez uno tiene temor de cómo saldrá el experimento.

Lo primero que hay que hacer es caramelizar la cebolla morada con azúcar en un molde que pueda ir al horno; luego se agregan vinagre, sal y tomillo fresco a la mezcla; y finalmente, se cubre todo con la masa de hojaldre. Una delicia al paladar y a la vista.


Al principio, temí que no se pegara la masa a la cebolla pero fue muy fácil, bastó con dejarla reposar unos 10 minutos después de salida del horno y listo. Acidez, dulzor y aroma, perfectamente balanceados y un color morado intenso de muerte.


La tercera tarta (la improvisada) tenía una mezcla de queso de cabra fresco español, huevo y pimienta a forma de relleno; encima llevaba orégano y tomatitos tigre rostizados; y todo sobre masa hojaldrada.

Los tomatitos tigre son muy sabrosos y bellos con ese colorcillo rojo intenso. La combinación de estos con el orégano es un clásico con el cual no se puede fallar. En este caso pudimos conseguir orégano fresco que es muy aromático y tiene un sabor mucho más intenso. Vale la pena intentar conseguir orégano fresco, hace una gran diferencia.



En esta tercera tarta, tengo que reconocer un gran fallo. Resulta que al barnizar las tartas con huevo y colocar el relleno en el centro, las cantidades fueron demasiadas, por lo que el hojaldre no pudo subir. Lo anterior llevó a un fallo mayor, pues al estar esperando que subiera el mentado hojaldre las tartitas se quemaron un poco por debajo, afectando el sabor final.






Tendré que repetirlas, pues se ven prometedoras y tengo que lograr que el hojaldre se infle más en las orillas y se hunda en el centro para que tengan más forma de tarta que de pizza. Si hay alguien ahí que sepa cómo hacerlo, ¡¡¡ayuda!!!
Antes de irme quiero felicitar a todas las madres por su día---el día de las madres se celebra en fechas distintas en España, México y Estados Unidos aunque siempre en mayo---, espero que reciban mucho cariño. En particular, quiero felicitar a dos de ellas: Maru un beso y muchos cariños para ti. A mi mami: te quiero mucho y espero ansiosa el verano para verte. ¡Feliz día!

martes, 4 de mayo de 2010

Clementina y cardamomo Pots de Crème


A pesar de que los postres y la repostería me gustan, hace tiempo que no elaboraba alguno. Las razones no tienen nada que ver con nuestras preferencias, de hecho A. es muy goloso. En realidad tiene más que ver con buscar la manera de guardar la línea y con el hecho de que en mi familia varios miembros han padecido diabetes.

Sin embargo, hace tiempo que visito un blog que ha despertado de nuevo mi curiosidad por el tema de los dulces. Todas las recetas y fotos que hay en él parecen sacadas del más bello cuento de hadas y no hay manera de resistirse a probarlas. El blog del que hablo es Cannelle et Vanille, donde Aran Goyoaga chef y food stylist---estilista de comida---vasca nos permite asomarnos a sus creaciones maravillosas.



Así que puse manos a la obra y elegí algunas recetas, las cuales espero concretar y dar razón de ellas en futuros post. De momento decidí comenzar con estos Pots de Créme.

Este típico postre francés es una crema horneada servida en los mismos moldecitos---generalmente de porcelana y resistentes al calor---en que se ha horneado, de ahí que reciban el nombre de Pots de Crème (tarros de crema). La diferencia entre la famosísima crème brûlée y estos radica en que la primera posee en la superficie azúcar que se quema para formar una capa fina de caramelo crujiente.



La receta original era casi igual, el único cambio que realicé en mi interpretación fue utilizar cardamomo del que disponía en casa, en lugar de semillas de hinojo.

Para empezar, hay que hacer una infusión con la leche, la crema y las especies que se hayan elegido: en este caso, cáscara de clementina y de limón, cardamomo y canela. Una vez que se ha logrado una infusión aromática se apaga el fuego. En un recipiente aparte se baten yemas de huevo y azúcar; que después se atemperan en la infusión.

Posteriormente se cuela la mezcla y se reparte en pequeños tarros resistentes al calor, los cuales se colocan en una fuente con 2 centímetros de agua caliente en el horno precalentado a 180ºC para que reciban un baño maría.

Se mantienen ahí hasta que el centro esté cuajado. En mi caso los mantuve alrededor de 30 minutos en el horno. Es importante no pasarse con el tiempo porque si se cuecen demasiado los huevos, la crème tendrá una consistencia correosa cuando el resultado ideal debe ser una crème suave y mantecosa.

Una vez terminados se dejan enfriar y luego pueden meterse en la nevera y mantenerse ahí hasta por tres días. Yo coincido con Aran, en que se disfrutan más a temperatura ambiente, así que recomendaría sacarlos de la nevera uno 15 minutos antes de servirlos.




La experiencia ha sido reconfortante, las recetas de Canelle et Vanille, no sólo son deliciosas sino además sencillas de hacer. Su creadora nos desvela generosamente sus secretos y nos permite aprender una técnica para después experimentar con texturas, olores y sabores distintos. Yo ya estoy planeando unos Pots de Crème de anís o de cereza.